Pasos Susurrantes de Edgardo Molina: las múltiples caras de la travesía migrante

Por Antonio Aguilera Flores

Me quedé sin vos,

mi amada Centroamérica.

“Libro Centroamericano de los muertos”, Balam Rodrigo

Nosotros, los hondureños, lloramos migrando;

nuestros pasos son lágrimas. “Pasos susurrantes”, Edgardo Molilna

I

No es para nada descabellada la frase de Byung-Chul Han en su libro Topología de la violencia, cuando dice: “Uno se defiende de la violencia ejerciéndola activamente. Uno mata para no ser asesinado. Matar protege frente a la muerte. Cuanto más violento se es, cuanto más se mata, más invulnerable se siente uno. La violencia opera como una técnica tanática, que sirve para la supervivencia frente a la muerte amenazadora” (Topología de la violencia, p. 30). Y digo que no resulta descabellada porque el libro que hoy nos presenta Edgardo Molina, escritor hondureño, muestra una realidad marcada por la violencia en todas sus formas, cuando de migración se trata. “Pasos susurrantes” (2025) no viste, no enmascara, no disimula la degradación humana que alcanza a millones de personas en el mundo y, en esta ocasión, al pueblo centroamericano, sin olvidar que también aparecen en el libro historias de sudamericanos que de igual manera buscan llegar a Estados Unidos.

Edgardo Molina fue Coordinador del Proyecto Binacional de Migración en Honduras, actualmente es especialista en el desarrollo de capacidades para KIND (Kids in Need of Defense), en atención a niños, niñas y adolescentes en tránsito, además de Licenciado en Letras por la UNAH con un Máster en Gerencia Social. Y hoy tenemos la oportunidad de apreciar su obra como un punto de encuentro para sus pasiones, ya que además de haber coordinado un proyecto migratorio también nos acercamos a la sensibilidad con la que aborda su accionar desde una mirada artística. Y hablo no de un arte desconectado de la realidad, ajeno a la crueldad que implican los movimientos migratorios. Al contrario, en “Pasos susurrantes” se hallan contenidas la vejación y la esperanza, el desconsuelo y la resiliencia, la bajeza y la dignidad. Es decir, cada historia nos contagia de todas las aristas posibles de este proceso tan doloroso que implica dejar la tierra en busca de mejores oportunidades para vivir, porque en el suelo propio la vida parece haberse ido a otro sitio.

Nos encontramos frente a 51 relatos, enumerados, con las características del cuento corto, con una estructura libre, a veces cerrada (porque logra contarnos en breve una historia con sus finales marcados), a veces abierta (porque no siempre el relato llega a un final, sino que nos deja con la sensación de imaginar qué más pasará). Lo cierto es que, con sencillez y lenguaje mordaz (sin elucubrar sentencias grandilocuentes), Edgardo logra transmitir su visión de la realidad migratoria, la cual ha tenido la oportunidad de conocer muy de cerca, al trabajar con personas en tránsito y acompañar sus procesos.

II

El relato 1, con el que comienza la obra, nos arrastra intempestivamente al imaginario de inocencia de un niño, perplejo ante una realidad que desconoce. Y así leemos que pregunta: “¿Y por qué en este desierto esos pájaros se llevan a las personas?” (p. 1). Las razones que se esconden detrás de una huida pueden ser muy diversas y hasta incomprendidas. La violencia arrasa con la juventud y la niñez indefensa, que en un contexto de pobreza solo se agrandan las pésimas condiciones para crecer, desarrollarse y cumplir metas.

En el relato 4, leemos: “…a los pies del Picacho, haciendo una reverencia, agradecieron al Cristo e iniciaron una fiesta con fuego, alcohol y música” (p. 7). Encontramos en estas palabras, una referencia a la fe como depósito de los anhelos y un ancla para los momentos de dificultad. Un Cristo como símbolo que ilumina, el alcohol como signo de algarabía y la música como consuelo. Todo antes de partir a una travesía llena de incertidumbres. Acerca de esto, Rafael Moreno Villa, SJ, excoordinador de la Red Jesuita con Migrantes de América Latina y el Caribe dice: “Lo que prevalece en ellas (las personas migrantes) es la convicción de estar siendo sostenidas por sus creencias y por la ilusión que les provoca alcanzar el sueño americano. Es impactante y aleccionador escuchar y observar cómo sobrellevan las dificultades y sufrimientos que padecen, la creatividad con la que evaden o superan los nuevos y crecientes obstáculos que enfrentan, la consistencia de su resiliencia” (Introducción al poemario Se van, p. 8).

En el relato 8, el señor canciller mira por la ventana a algunas familias que protestan para ser atendidas debido a la desaparición de niños y niñas en la ruta migratoria. Entonces el canciller, en representación de la ceguera gubernamental que se niega a ver la realidad tal cual, intenta matizar para conveniencia suya lo que ve, evitando así la implicación con el dolor del pueblo, al decir que “…es una manifestación de oposición (a su partido), es la oligarquía que manda a hacer esas manifestaciones para desestabilizar nuestro gobierno” (p. 14).

En el relato 11, nos enfrentamos a otra de las caras que tiene la migración, la de los hijos que no saben cómo querer a sus padres, cuando han tenido que ser criados por otras personas en otro país: “Una vez que me gradué de la Universidad en Estados Unidos, decidí afrontar la realidad, ir a Honduras y ayudar a mi familia biológica. Y, desde entonces, he podido darles mejores condiciones de vida, pero no puedo quererlos de la misma manera como quise a mis padres adoptivos, aunque sé que ellos lo habrían deseado” (p. 20).

En el relato 16 encontramos la nostalgia de quienes han llegado: “En Estados Unidos hay más dinero que tiempo. Quisiera un poco de tiempo, en especial, aquel en el que iba al río y le llevaba flores del monte a mi novia” (p. 26). El sueño americano se torna en deseo de volver. Los nuevos “latinos” en USA aprecian la vida de manera distinta, ya que añoran, valoran y desean sentirse en casa. Es una ruptura interior, después de la ruptura exterior.

Retomando el tema de la violencia, entendida en Byung-Chul Han como mecanismo de supervivencia, encontramos cómo el migrante se encuentra en su peregrinaje con diversos tipos de violencia: secuestros, robos, violaciones, engaños, estafas y mucho más. En el relato 24 nos encontramos frente a la estafa, donde la vida no es más que una mercancía brutal. No se ve al ser humano en su ontología, sino como un medio para el aprovechamiento, careciendo de otredad. Una señora se ha hecho cargo de un bebé que dejó una mujer al morir en el camino, compañera de desierto. No la dejan pasar con el bebé porque le dicen que no es suyo. Ella se ve en la obligación de hacer cualquier cosa para salvar al bebé, por lo que les dice que dará todo lo que tiene. Y le responden: “Depende de cuánto” (p. 38).

Los coyotes o polleros, encargados de llevar a los migrantes hacia Estados Unidos cobrando altas sumas de dinero, son los responsables de muchas desapariciones en el desierto, situación que vemos reflejada en el relato 28, cuando leemos: “Le estoy diciendo que únicamente vi una luz y luego ellos desaparecieron, estaban conmigo en el desierto y, de pronto, no los volví a ver” (p. 43).

La realidad frustrante de no procesar una muerte cercana, es decir, la de un familiar o ser querido, y vivir en la zozobra de tener que preocuparse por un empleo para sobrevivir (con un duelo mal digerido), es algo que encontramos también en la obra de Edgardo: “Yo, les agradezco que hayan traído el cuerpo de mi hijo, sinceramente eso me ayudará a pasar este dolor. Pero, realmente, lo que yo necesito es una oportunidad laboral; nada más pido un trabajo que me ayude a mantener a mis hijos sin padre, eso es todo” (p. 45).

El autor no solamente se preocupa por nombrar una cara de la moneda, es decir, la de huir por necesidad, sino también la otra: personas que se van por mayor comodidad, disfrute o con el deseo de olvidar el aburrimiento. Es el ejemplo de la chica del relato 32, que nos dice: “Pienso irme a Estados Unidos. probar de todo, ya sabés: aquí uno se siente como en un pueblo, por eso me iré a Estados Unidos, estoy muy cansada y aburrida. Tan solo quiero viajar y conocer gente nueva, probar de todo” (p. 49).

Llegados al relato 35, Edgardo nos comparte un tema trascendental para el mundo artístico centroamericano, al hablar desde su ser como escritor. Un artista difícilmente vive de lo que hace, se ve obligado muchas veces a dedicarse a algo distinto. No existen espacios que valoricen su trabajo como un aporte digno de ser remunerado. Además, debe decirse que somos un pueblo que todavía camina hacia una mayor sensibilidad, a pesar de los esfuerzos que se realizan. Por eso escribe: “Siendo escritor, uno debe ganarse la vida de otras formas en este país y, básicamente, se sobrevive” (p. 53).

Atrapados en una especie de laberinto, los migrantes se ven en la terrible necesidad de vivir fuera de sus patrias, no solamente por asuntos económicos, sino de narcotráfico y maras. Lo vemos en estas palabras de un colombiano, que no quiere por ningún motivo regresar a su país: “No, por favor, yo solo quiero irme a Estados Unidos, tampoco pueden avisarle a mi país, porque los policías vendrían por mí, ellos también son parte del cartel. Le daré todo lo que tengo, pero no me regrese a Colombia, por favor” (p. 57).

En el relato 40, leemos una historia que nos recuerda cómo la ironía mezclada a cierta ingenuidad no deja de ser un arma contra la desesperanza. Puede parecer un engaño, pero esto a un niño puede ayudarle a enfrentar la realidad. Este oxímoron de realidad frustrante con ingenuidad irónica es famoso en la película “La vida es bella” de Roberto Benigni, cuando él como Guido Orefice le ha hecho creer a su hijo que la guerra es un simple juego, donde incluso se debe jugar al escondite. De esta manera leemos en “Pasos susurrantes”: “Mi familia y yo somos exploradores, vivimos en los parques. Nos estamos tomando fotos con todas las estatuas y conociendo todos los próceres de cada país que visitamos como: Francisco Morazán, José Trinidad Cabañas, Tecún Umán, José María Reyna Barrios, Benito Juárez y Miguel Hidalgo” (p. 61).

En el relato 45, leemos una historia también cargada de idealismo, el cual no deja de conmovernos. Un niño decide recoger los gatos muertos del camino porque se ve reflejado en ellos. No me resulta para nada ajena a la realidad esta historia, ya que tuve la dolorosa oportunidad de ver algo parecido cuando yo, Antonio Aguilera SJ, estuve colaborando en el albergue para migrantes en Tierra Blanca, Veracruz. Hice amistad con una familia hondureña, compatriotas míos por lo tanto, que adoptaron un par de perritos que encontraron en el camino. Cuidar de ellos, me decían, les daba un sentido a su vida en ese momento. Los mimaban, les compraban comida, jugaban con ellos… Los caninos les hacían pensar que no caminaban solamente por ellos mismos, sino por algo más grande. De esta manera, leemos en el libro de Edgardo: “Todos los animales fueron de alguien algún día, así como yo también fui de mi mamá y de mi papá, y si me muero, también quiero que me entierren como a ellos, porque ellos también fueron queridos” (p. 69).

III

Para finalizar este comentario, que lejos de agotar las interpretaciones sobre la obra de Edgardo Molina son nada más un humilde aporte, debo decir que escribo esto mientras miles de personas están siendo maltratadas al ser deportadas de Estados Unidos de manera injusta, de maneras indignantes y sembrando una terrible semilla de dolor que desde ya deja a miles de familias traumatizadas.

Por esta razón, no debemos dejar de reflexionar en torno a la realidad migratoria y obras como ésta nos abren a la posibilidad de soñar un mundo distinto, en el que el género humano deje ser una mera mercancía, una oportunidad de despojo y el rostro de millones de ignorados y excluidos de una vida plena.

Bibliografía:

Molina, Edgardo, Pasos susurrantes, Editorial y Proveedores Gráficos Publicitarios, Tegucigalpa M.D.C, 2025

Han, Byung-Chull, Topología de la violencia, Editorial Herder, Barcelona, 2016

Aguilera, Antonio, Se van, ¡Oh, Capitán! Editorial, 2022, México

Rodrigo, Balam, Libro centroamericano de los muertos, Ala Ediciones, México, 2022

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