ANÁLISIS DE LA INVISIBILIDAD Y DESINTERÉS INTERNACIONALES HACIA UNA REALIDAD HAITIANA, MARCADA POR LA VIOLACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS

Esta investigación fue expuesta en el Congreso Centroamericano de Filosofía 2021: https://presencia.unah.edu.hn/noticias/presentan-analisis-que-evidencia-la-invisibilidad-y-el-desinteres-internacional-hacia-la-realidad-haitiana/
Por Antonio Aguilera, SJ

INTRODUCCIÓN

Haití fue siempre para mí un rumor lejano que llegaba de cuando en cuando hasta mis oídos para luego silenciarlo. Me llegaban noticias sobre terremotos, huracanes y pobreza; pero en el fondo decía esas palabras que muchos dirán también en el resto del continente latinoamericano: “…es que Haití es Haití y así ha sido siempre”. Y son unas palabras que nunca decimos a todas voces y que más bien yacen ocultas, relegadas y proscritas dentro de nosotros. Y de esta forma nos desentendemos con prontitud de la realidad haitiana. Este desinterés se ve claramente reflejado en la invisibilidad a la que se ha condenado durante siglos a esa isla caribeña que otrora fuera una sola junto con República Dominicana, pero a las que varios factores históricos hicieron separarse hasta convertirse cada una en una nación. Los medios de comunicación se desentienden de los problemas de Haití o al menos aparecen muy poco en ellos, provocando que el continente se entere poco o nada de lo que allí sucede.

            Este texto pretende aportar, aunque someramente, aspectos básicos para el análisis del olvido al que se le ha relegado a Haití. La importancia de este análisis radica en la necesidad actual de seguir poniendo ante nuestros ojos la problemática de este país vecino. Ya parecen surgir esfuerzos para dilucidar esta realidad de invisibilidad, aunque son voces que todavía perviven en el anonimato y no figuran en las primeras planas de los diarios.

            Este trabajo argumenta que Haití ha padecido y sigue padeciendo la invisibilidad y desinterés internacionales, a pesar de vivir una realidad marcada por la violación constante de los Derechos Humanos. Esto no debería pasar inadvertido para el resto de Latinoamérica o para las instituciones que velan por los Derechos Humanos en el mundo; sin embargo, es un hecho que Haití no tiene el suficiente apoyo y su pasado de lucha, pobreza y opresión parece repetirse en una espiral sin término.

            Esta tesis defiende cuatro partes:

            El rechazo internacional hacia la República de Haití hunde sus raíces en la lucha independentista (la cual surge cuando ya se han formulado las declaraciones de Los Derechos del Hombre, evidenciando así su irregularidad frente a la problemática universal). Aunado a esto, su condición de pasado esclavista parece desvirtuar su rebeldía;

La reciente historia política haitiana es un claro reflejo de la impotencia arrastrada por los siglos anteriores: la lucha popular incansable para mejorar sus condiciones y el aprovechamiento de los poderosos para impedir este desarrollo;

El proceso de invisibilidad que atraviesa Haití y sus procesos sociales respecto de la comunidad internacional no parece alarmar a muchos y, al contrario, los medios de comunicación se desentienden. Y cuando se ha hablado de Haití, al parecer, ha sido para demostrar precisamente este hecho de invisibilidad o cuando un hecho de tono amarillista llama la atención, como el reciente asesinato de Jovenel Moïse;

Y, por último, existe la posibilidad de hablar de una “Aporofobia internacional” respecto de Haití como una de las razones de su invisibilidad.

            Mi propuesta se basa en algunos textos de gran relevancia para este tema como Haití: pese a todo la utopía, de Gérard Pierre-Charles; La situación de los Derechos Humanos en el mundo, 2020/2021, de Amnistía International; Haití: un difícil equilibrio entre el Derecho Internacional, los Derechos Humanos y el desarrollo, una tesis de Jordi Feo Valero; Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia, de Ada Cortina; en el Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los Derechos Humanos, 2016; en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; en Los orígenes del totalitarismo, de Hannah Arendt;  y, además, en otros artículos de revistas y periódicos que me ayudarán a sustentar mi tesis.

DESCRIPCIÓN DEL PROBLEMA

Durante las primeras horas de este miércoles siete de julio del presente año 2021 fue asesinado el que fuera presidente de Haití Jovenel Moïse. Los medios de comunicación estallaron con la noticia del magnicidio y ofrecieron estadísticas de pobreza y situación social del país caribeño. Sin embargo, antes de dicho suceso, Haití no aparecía ante el mundo, su problemática política y social no era noticia. ¿Otro rasgo del amarillismo en el que ha caído el periodismo de las últimas décadas? Y es que resulta escalofriante cómo puede no ser noticia todo lo que ha sucedido en Haití antes de la muerte del gobernante, puesto que, si examinamos los hechos, lo ocurrido en la madrugada de Puerto Príncipe fue solo la explosión de un pueblo cansado de luchar y vivir en la miseria.

Solo basta hacerse la pregunta ¿qué tanto sabía de la realidad haitiana antes del magnicidio?, para evidenciar la problemática de invisibilidad y desinterés hacia Haití. Tal vez existan excepciones; pero no tengo duda en que, quienes se interesan por el tema son personas que, de alguna manera, han debido realizar esfuerzos personales para consultar y conocer sobre este hecho tan cercano y a la vez tan lejano.

            Por eso que Resulta curioso que, ante la gravedad de la crisis y la duración de la movilización popular, los medios de prensa regionales o globales no hayan hecho eco de la situación, al menos no en el tipo y alcance de cobertura que la gravedad de la situación amerita. Tal desinterés obedece a que, lamentablemente, no se considera gancho noticioso reportar sobre problemas en Haití, nación etiquetada como Estado Fallido y por muchos condenada al olvido y la pobreza sempiterna (Martínez, Jacqueline, 2020).

            Y para quien desee profundizar en la materialidad de este asunto, se dará cuenta rápido de la falta de bibliografía y la inmensa laguna existente al momento de realizar una investigación rigurosa. Los esfuerzos por encontrar información pertinente y seria serán muchos. Por ello, es más que evidente la necesidad -como lo mencionaba más arriba- de dar a conocer estos eventos y analizarlos con propiedad académica para influir en la sociedad y en los medios de comunicación y no pasar desapercibidos frente al dolor y sufrimiento haitianos.

PRESENTACIÓN DE LA HERRAMIENTA FILOSÓFICA

Los conceptos filosóficos que utilizaré para analizar el problema planteado se encuentran dentro del estadio de la Filosofía Política, específicamente en los argumentos de Hannah Arendt y Adela Cortina. En Los orígenes del totalitarismo (1951), Arendt menciona que después del tratado de las minorías muchas naciones emergentes se vieron en desventaja respecto de las ya conformadas y que tenían mayor cantidad de habitantes, puesto que no poseían la fuerza para ser una nación completa. Y esto tiene especial relevancia en mi trabajo, puesto que ella analiza la Revolución Francesa y sus consecuencias:

“…La Revolución Francesa… había combinado la Declaración de los Derechos del Hombre con la soberanía nacional, les confirmaban los mismos tratados de minorías, que no confiaban a los gobiernos la protección de las diferentes nacionalidades, sino que encargaban a la Sociedad de Naciones la salvaguardia de los derechos de aquellos que, por razones de asentamiento territorial, habían quedado sin Estados nacionales propios”.[1]

            Y la tal llamada Sociedad de Naciones pronto se daría cuenta que tal salvaguardia no podía llevarla a cabo como se planteaba en la declaración. Esto marcaría hondamente también a los países que habían sido colonizados, puesto que no contarían con el apoyo de aquellas naciones fuertes que los habían utilizado, maltratado y después endeudado.  Si bien es cierto, los países europeos se encontraban también en una situación complicada, ya que muchas personas vivían al margen de la protección legal normal y necesitaban una garantía adicional de un organismo exterior para sus derechos elementales, y la presunción de su situación no era temporal, sino que se necesitaban los tratados para establecer un modus vivendi duradero -todo esto era algo nuevo, ciertamente, en tal escala, en la historia europea.[2] Pero esto no era una excusa para dejar en el olvido las naciones que emergían después de procesos independentistas que dejaron heridas profundas en los habitantes. Para Arendt, quienes formularon las declaraciones de Derechos Humanos no eran plenamente conscientes de lo que redactaban:

“La proclamación de los Derechos Humanos tenía que significar también una protección muy necesitada en la nueva era, en la que los individuos ya no estaban afianzados en los dos territorios en los que habían nacido o seguros de su igualdad ante Dios como cristianos”.[3]

            La autora se refiere aquí sobre todo a las personas apátridas, que habían nacido, por ejemplo, en territorios judíos y que, debido a la migración, vivían en Europa y se encontraban desprotegidas, sin leyes que velaran por su situación. Sin embargo, ¿no puede decirse esto mismo de los esclavos africanos que nacieron en otro continente y ahora se hallaban en una isla desconocida para ellos como Haití? En pocas palabras, las declaraciones encontradas en dicho documento obligaban a la protección universal de una humanidad desprotegida, y no solo de los países europeos:

“Todos los seres humanos eran ciudadanos de algún tipo de comunidad política; si las leyes de su país no atendían a las exigencias de los Derechos del Hombre, se esperaba que fueran cambiadas, por la legislación en los países democráticos o mediante la acción revolucionaria en los despóticos. Los Derechos del Hombre, supuestamente inalienables, demostraron ser inaplicables -incluso en países cuyas Constituciones estaban basadas en ellos- allí donde había personas que no parecían ser ciudadanas de un Estado Soberano. A este hecho, suficientemente preocupante en sí mismo, debe añadirse la confusión creada por los muchos intentos recientes para elaborar una nueva Carta de los Derechos Humanos, intentos que han demostrado que nadie es capaz de definir con alguna seguridad cómo son tales derechos, diferenciados de los derechos del ciudadano”.[4]

            De esta manera, podemos decir que abordar el tema de los Derechos Humanos no es tarea fácil. No solo desde el punto de vista de la complejidad interpretativa que subyace en ellos, sino en la practicidad. Es evidente que no en todos los países del mundo se hacen valer estos derechos de forma igualitaria. La sociedad parece interesarse más por ciertos lugares que por otros, provocando el olvido de tantas personas que también ansían hacer valer su dignidad. Arendt, ve un ejemplo claro en la esclavitud, la cual, desde Aristóteles fue vista durante mucho tiempo como cosa de la “naturaleza”, relegando a los esclavos a una categoría inferior. Por eso es que

“El crimen de la esclavitud contra la Humanidad no comenzó cuando un pueblo derrotó y esclavizó a sus enemigos (aunque, desde luego, esto era suficientemente malo) sino cuando la esclavitud se convirtió en una institución en la que algunos hombres «nacían» libres y otros «nacían» esclavos, cuando se olvidaba que era el hombre quien había privado a sus semejantes de la libertad y cuando la sanción por este crimen era atribuida a la Naturaleza”.[5]

¿Es posible que aun hoy día existan naciones en las que las personas se vean privadas de su libertad para elegir a sus gobernantes, desarrollar su economía y tener visibilidad en medio de un mundo globalizado? Pues, al parecer sí existen -aunque con maneras más sofisticadas- esas naciones y su sufrimiento se expresa no solamente en el hecho de encontrarse en situaciones de pobreza y violencia, sino en su invisibilidad internacional. Por eso, Arendt afirma que el peligro estriba en que una civilización global e interrelacionada universalmente pueda producir bárbaros en su propio medio, obligando a millones de personas a llegar a condiciones que, a pesar de todas las apariencias, son las condiciones de los salvajes.[6]

Adela Cortina, filósofa española preocupada por la Ética, debido a los temas que aborda al analizar los aspectos que distinguen a esta sociedad de la intolerancia, es llevada a hablar de filosofía política y, específicamente, de un término verdaderamente sugestivo: Aporofobia. Su texto, Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia (2017), considero que me ayudará a evidenciar posibles rastros de Aporofobia por parte del resto de países latinoamericanos y del mundo hacia Haití y constatar si estas actitudes causan la invisibilidad de los medios de comunicación internacionales y la implicación en dicha realidad.

“Son muestras palpables de Aporofobia, de rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado que, al menos en apariencia, no puede devolver nada bueno a cambio”.[7]

Cortina habla acerca de las posibles causas de la Aporofobia, entre las que nombra un rechazo a ese grupo social que no aporta recursos y ello desemboca en una aversión, un temor y desprecio hacia el pobre. Pobres que al parecer “no pueden devolver nada bueno a cambio”. Esto me llevaría a hablar de Aporofobia internacional, puesto que el desinterés de los países vecinos y del mundo, solo evidencia esta aversión de la que habla Cortina. Y ello nos impide percibir su sufrimiento y comprometernos para evitarlo.

Es así como intentaré responder a las siguientes interrogantes: ¿Es posible hablar de “Aporofobia internacional” respecto de la comunidad haitiana? ¿Qué datos de la realidad de invisibilización de los problemas de Haití demuestran que se actúa por aporofobia? Y, finalmente ¿Cuáles son las ventajas y desventajas de aplicar este concepto a la invisibilización de la realidad haitiana?

            Para Cortina todos los seres humanos tenemos rastros de Aporofobia en nuestro cerebro; sin embargo, no se estanca allí la situación: todos tenemos la oportunidad de superar actitudes aporófobas, solo si tomamos plena conciencia de la dignidad de todo hombre y mujer. Además, para ella es precisamente la Aporofobia la causante de muchas situaciones de invisibilidad (¿acaso también la causa de invisibilidad internacional respecto de un país pobre?):

            “Por eso, estas realidades sociales necesitan nombres que nos permitan reconocerlas para saber de su existencia, para poder analizarlas y tomar posición ante ellas. En caso contrario, si permanecen en la bruma del anonimato, pueden actuar con la fuerza de una ideología… La ideología, cuanto más silenciosa, más efectiva, porque ni siquiera se puede denunciar. Distorsiona la realidad ocultándola, envolviéndola en el manto de la invisibilidad, haciendo imposible distinguir los perfiles de las cosas”.[8]

ANÁLISIS FILOSÓFICO

El rechazo internacional hacia la República de Haití puede interpretarse de muy diversas formas, pero, de lo que no hay duda, es que su raíz más fuerte se abraza a la lucha independentista, cuyas consecuencias marcaron su devenir con tintes oscuros. Aunado a esto, su condición de pasado esclavista parece desvirtuar su rebeldía.

Su único triunfo fue la revolución de esclavos que lo llevó a la independencia: a partir de ahí, el país caribeño ha sido preso de catástrofes naturales, epidemias, golpes de estado y dictaduras, y una deuda impagable; dinámicas económicas y políticas de un mundo que no estaba dispuesto a perdonar la precoz rebeldía de los haitianos” (Mar romero, 2020).

Este hecho desencadena un futuro desesperanzador, para el cual no estaba capacitado ni el país ni el continente para hacerle frente. Ante esta incapacidad, surgirá una nueva dependencia que se encargará de crear la misma Francia, situación que llevará a la imposibilidad por parte de Haití para conformarse como una república fuerte y autónoma.

Solo dos años después de la famosa toma de la bastilla, en 1791, Haití empezó su propia guerra de la independencia liderada por los mismos esclavos. Duró trece años y castigó duramente tanto a la población como al territorio de la isla, pero finalmente Haití declaró la independencia en 1804: era el primer país de América Latina en independizarse y la primera república negra en constituirse en un mundo donde la esclavitud aún estaba vigente. Pero las consecuencias de haber ganado la guerra fueron devastadoras para Haití” (Mar Romero, 2020).

Y resulta contradictorio que una nación que logra su independencia se encuentre luego en una atmósfera devastadora. Permítaseme ahora citar los dos primeros artículos de la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, firmada en el año 1789, es decir, dos años antes de comenzara la revolución haitiana:

“Artículo 1: Los hombres nacen y permanecen libres e iguales en derechos. Las distinciones sociales solo pueden fundarse en la utilidad común.

  Artículo 2: La finalidad de cualquier asociación política es la protección de los derechos naturales e imprescriptibles del Hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a la opresión”.

Si estos eran los derechos a los que tenía que acceder todo hombre, ¿por qué a los haitianos no se les permitía tener ese derecho?, ¿no eran los franceses quienes redactaron aquel documento tan inspirador?, y al mismo tiempo, ¿no eran los franceses quienes provocaban la ira haitiana al no dejarles vivir ese derecho a la libertad e igualdad universales? La guerra independentista duró diez años y más, los indígenas nativos fueron extinguidos en su totalidad y los esclavos morían de hambre y fusilados, hasta que en 1804 declararon su independencia. Todo era contradictorio y absurdo. Había un derecho a la resistencia a la opresión que no fue respetado por los mismos hombres que provenían del país que redactó las declaraciones.

Es por eso que Arendt dirá: Los Derechos del Hombre, supuestamente inalienables, demostraron ser inaplicables allí donde había personas que no parecían ser ciudadanas de un Estado soberano.[9]

La reciente historia política haitiana es un claro reflejo de la impotencia arrastrada por los siglos anteriores: la lucha popular incansable para mejorar sus condiciones y el aprovechamiento de los poderosos para impedir este desarrollo.

Además de la crisis surgida de la deuda después de los movimientos independentistas, desde que la dinastía de los Duvalier fue derrocada hace 35 años…Haití ha sufrido sucesivas crisis de poder, elecciones contestadas y golpes de Estado que lo han convertido en la nación del continente que más gobiernos ha tenido en menos tiempo desde finales del siglo XX (Lioman lima, 2021).

De acuerdo a la Clasificación Integrada de Inseguridad Alimentaria, a inicios de 2019 existían en Haití 3,67 millones de personas con necesidad de asistencia alimentaria de carácter urgente. Las dictaduras y el surgimiento de personajes carismáticos que guían al país sin lograrlo sacar de la crisis evidencian una tensión interna que no logra concretarse en un horizonte sólido, provocando una atmósfera de inestabilidad política, social y económica.

A todo ello se añaden algunos fenómenos de alta visibilidad en el escenario haitiano en particular. El peso de la participación popular que se ha mantenido vigente durante casi una década de conflictos políticos, en medio de esa profunda crisis sistémica. Tal efervescencia reivindicativa rompió los esquemas dibujados desde fuera o desde adentro en pro de la ‘democracia restringida’. Dio paso, a partir de elecciones libres, a un régimen de amplia mayoría, encabezado por un líder carismático, el sacerdote Jean Bertrand Aristide, cuyo surgimiento en el escenario no estaba programado y que obtiene 67% de los votos en los comicios presidenciales de diciembre de 1990 (Pierre-charles, Gérard, 2020).

Los gobiernos se convierten en títeres de los intereses capitalistas (en específico de Estados Unidos) y por lo tanto en mediadores de un imperialismo que vela por intereses egoístas. Y esto no ha sido distinto en Haití, que hoy más que nunca ha vivido esto con su recién asesinado presidente Jovenel Moïse, quien fue acusado de corrupción y malversación de fondos, además de tener lazos muy estrechos con Estados Unidos, sin que el pueblo evidenciara resultados positivos.

Este tema tiene sus raíces en las gigantescas desigualdades económicas, en la tradición política que ha estado profundamente enraizada de soluciones autoritarias, a problemas sociales y en la influencia de la comunidad internacional que ha estado continuamente mediando en la política haitiana para sus propios beneficios (Lioman Lima, 2021).

El proceso de invisibilidad que atraviesa Haití y sus procesos sociales respecto de la comunidad internacional no parece alarmar a muchos y, al contrario, los medios de comunicación se desentienden. Y cuando se ha hablado de Haití, al parecer, ha sido para demostrar precisamente este hecho de invisibilidad o cuando un hecho de tono amarillista llama la atención, como el reciente asesinato de Jovenel Moïse.

Sin embargo, en años anteriores -durante los cuales se fue agudizando la crisis hasta reventar en un magnicidio-, algunos llegaron a sorprenderse de aquellos hechos no fueran mostrados por medios de comunicación internacionales. Y llegan a escribir en un artículo titulado: A más de un año del inicio de la crisis política en Haití. Notas sobre la movilización popular (enero 2020):

 “Resulta curioso que, ante la gravedad de la crisis y la duración de la movilización popular, los medios de prensa regionales o globales no hayan hecho eco de la situación, al menos no en el tipo y alcance de cobertura que la gravedad de la situación amerita. Tal desinterés obedece a que, lamentablemente, no se considera gancho noticioso reportar sobre problemas en Haití, nación etiquetada como Estado Fallido y por muchos condenada al olvido y la pobreza sempiterna”.[10]

Y entonces la pregunta: ¿a qué se debe este desinterés?, ¿por qué se le condena al olvido y a esa tal “pobreza sempiterna”? Cortina nos puede ofrecer una luz sobre este asunto cuando, hablando de Aporofobia, afirma que

“Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, o pueden ofrecer nada, o parece que no pueden hacerlo”.[11]

Muchas personas encuentran en el lenguaje un motivo para desentenderse de Haití. “Ellos hablan francés, he allí un límite para nosotros que hablamos español”. Sin embargo, ¿por qué tantas veces nos sentimos más cerca de Brasil, donde se habla portugués?, ¿será porque Brasil sí tiene más que ofrecernos al resto del continente? El idioma no puede ser un obstáculo para sentirnos hermanos de una nación. ¿La comunidad internacional rechaza a Haití por no tener recursos? Es en verdad una pregunta compleja, pero si hay una espinita que punza al hablar del tema es porque algo de esto hay.  

El tránsito hacia la invisibilidad de Haití desde el siglo XVIII hasta nuestros días se ha manifestado en distintos ámbitos, tanto académicos como políticos, económicos, administrativos (invisibilidad de los haitianos en condición ilegal en otros países, etc.) aunque se le ha dedicado mayor atención a las manifestaciones culturales gracias al interés suscitado por el origen, evolución y práctica del vudú así como por la creciente valoración en los mercados internacionales de la pintura naif que cultivan muchos de sus artistas. Desde el periodismo, la literatura y la historia el concepto de la invisibilidad de Haití es un elemento recurrente no solo como explicación de un fenómeno que, finalmente, acontece fuera de sí, siendo responsabilidad de otros, sino como factor de orden endógeno, devenido en elemento identitario, individual y colectivo (Ripoll-González, Dolores, 2005)

A todo esto, surgen las preguntas: ¿cómo esta convulsa realidad no aparece en los medios de comunicación regionales e incluso en los informes de Derechos Humanos de instituciones como Amnistía Internacional? ¿Acaso el resto del continente latinoamericano -que no vive realidades tan distintas a las de Haití- se convierte con su silencio en cómplice de esta invisibilidad? ¿Es posible hablar de “Aporofobia internacional” respecto de la comunidad haitiana? En fin, ¿está condenado Haití a ser el precursor de luchas populares sin ser advertido por los países vecinos ni de otros continentes y a esperar nada más que oscuridad y precariedad de su futuro?

El solo hecho de que en el informe 2020/2021 de Amnistía Internacional no se haya incluido a Haití, es un signo de alarma. Y no será sorprendente que el próximo año sí sea incluido, después del magnicidio que acaba de suceder. Y eso solo demostrará que el mundo espera situaciones extremas para interesarse por un pueblo pobre y golpeado como el de Haití. Y nuevamente, nos recuerda Cortina sobre el rechazo al pobre:

“…como actitud tiene un alcance universal: todos los seres humanos son aporófobos, y esto tiene raíces cerebrales, pero también sociales, que se pueden y se deben modificar, si es que tomamos en serio al menos esas dos claves de nuestra cultura que son el respeto a la igual dignidad de las personas y la compasión, entendida como la capacidad de percibir el sufrimiento de otros y de comprometerse a evitarlo”.[12]

Con todo esto, lo que resulta complicado al momento de hablar de una “Aporofobia internacional”, es que sería necesario realizar un análisis exhaustivo de cada uno de los estados para evidenciar tales actitudes. Y se agranda la complejidad si pensamos en que en una nación las opiniones son muy diversas y no son heterogéneas. Por el momento solo nos es posible identificar este hecho examinando la cantidad de veces que las autoridades de un país se han pronunciado respecto de la realidad haitiana y si ha existido una implicación notable con la situación.

Una de las muestras claras de implicación fue la de Venezuela, al incluir a Haití en el acuerdo Petrocaribe en el 2006, durante el gobierno de René Rival, con el objetivo de acceder a petróleo venezolano en condiciones de pago preferenciales. Sin embargo, la clase política haitiana ha sido acusada del desvío de 3,800 millones de dólares destinados al pago de préstamos otorgados como parte del acuerdo Petrocaribe, cuyo propósito era el de apoyar programas y obras para el beneficio de las sociedades caribeñas (Martínez, Jacqueline, 2020). Esto fue lo que provocó las revueltas de la población años posteriores, cuando supo de este despilfarro.

Otro trago amargo en este asunto es que no solo existe un rechazo hacia Haití, sino que muchas veces la comunidad internacional se ha aprovechado de esta situación para beneficios egoístas. Por ejemplo, se sabe muy bien que durante el gobierno se Moïse se encontró entre los principales receptores de Ayuda para la Seguridad (AS) y Ayuda Económica (AE) que la pasada administración estadounidense repartió entre sus aliados en los años fiscales 2016-2017, 2017-2018 y 2018-2019 (Martínez, Jacqueline, 2020)

            El rechazo y exclusión al que se ha relegado a Haití, se reflejó también -de manera atroz- en el año 1996, cuando ni el Banco Mundial ni el Fondo Monetario Internacional (FMI) consideraron incluir a Haití en la lista de Países Pobres Muy Endeudados -cuando Haití había pagado dolorosamente una deuda hasta 122 años después de su independencia y después pasó a endeudarse con préstamos a Estados Unidos para después quedar devastada por los novecientos millones de dólares que Baby Doc se llevó después al malgastar las ayudas internacionales durante su dictadura-, para aliviar los Estados ahogados por la deuda (Mar Romero, 2020).

En un texto titulado Las respuestas internacionales a la crisis de haitiana: Estados Unidos, Naciones Unidas y Europa. Visiones sobre el problema haitiano (De Olea Bustinza, Pablo, 2005) se nos permite confirmar dos cosas: primero, que la Unión Europea ha jugado un papel criticable en la prevención de la crisis haitiana. Se ve en Haití un estado fallido. Se dice que el problema de Haití persiste y que la comunidad internacional no puede cosechar un fracaso que destine al país a una situación permanente “de caos con crisis recurrentes y sus consecuencias para la estabilidad no solo regional y para la suerte de su población”. De donde se sigue que las instituciones internacionales no han cumplido su deber y no asumen su papel primordial.

Una tesis de la Universidad de Valencia, titulada Haití: un difícil equilibrio entre el Derecho Internacional, los Derechos Humanos y el desarrollo (Feo Valero, Jordi, 2015) es un trabajo importante para tomar en cuenta. Aquí el autor se propone dar a conocer, desde un punto de vista neutral, la implicación de la comunidad internacional en la realidad haitiana, sin ignorar los posibles intereses ocultos. Según él entre los años 2004 y 2010 hubo un claro ejemplo de injerencia humanitaria. Pero a la vez se pregunta si dicha intervención por la crisis estuvo regida por razones ocultas, como el derrocamiento del presidente Aristide. Este trabajo cita continuamente informes y convenciones internacionales, lo cual ayuda a dimensionar la cuestión. Se examina también un asunto pedregoso: algunos estados tratan de validar su intervención militar, arguyendo que Haití carece de capacidad para controlar las guerras civiles que se llevan a cabo. Todo apunta a que esto mismo es lo que sucederá ahora que ha muerto Moïse, pues los políticos haitianos, temerosos de la situación, dicen que la población debe controlarse para defender la infraestructura.

En el Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los Derechos Humanos (2016), se hace hincapié en la necesidad de atención a los derechos económicos y sociales, arguyendo que “Los derechos económicos y sociales también poseen una importancia esencial en los intentos de poner coto a la desigualdad extrema y sus consecuencias. Los incrementos de la desigualdad mundial de la riqueza y los ingresos que se han documentado pormenorizadamente amenazan con rasgar el tejido social, convertir los derechos civiles y políticos en un instrumento que servirá primordialmente para defender los derechos y los intereses de los ricos y asentar unas formas de liberalismo económico y político que hacen caso omiso de las necesidades de quienes viven en la pobreza y niegan sus derechos” (Pág. 9).

Esto es, al parecer, lo que ha sucedido y sigue sucediendo actualmente: la economía redunda en favor de los más poderosos y los países pobres quedan relegados al abismo de una desigualdad sin límites, que menoscaba la dignidad de las personas. Haití, el país más pobre de América Latina vive en carne propia esta desigualdad, ¿nos quedaremos de brazos cruzados o, como dice Cortina, responderemos a la urgencia de poner nombre al rechazo al pobre, al desamparado?

CONCLUSIÓN

Analizar un tema tan imbricado como el de Haití siempre requerirá una investigación minuciosa, a sabiendas que mucha información puede estar oculta, otra malversada y, por otro lado, aun sin escribirse.  La sensación que puede embargarnos cuando realizamos un trabajo como este, es la de impotencia: primero, porque a medida que nos adentramos en la situación histórico-social de un país como Haití, evidenciamos una lucha sin término por hacer valer la dignidad humana, la cual es violentada e ignorada; y segundo, porque es casi inevitable no compadecerse y desear hacer algo para cambiar el destino, en medio de un desinterés internacional.

            América Latina es un continente de colores, con realidades tan variadas y culturas llenas de riqueza. Poseemos recursos incontables que hacen de nuestros pueblos un atractivo mundial para el turismo. Pero, unido a esto, las realidades de pobreza, corrupción y violencia minan cada día la oportunidad del ansiado desarrollo en muchos países. Lo peor que podría sucedernos es seguir manteniendo una actitud de rechazo y desinterés hacia esas realidades conflictuadas.

            Es claro que urgen voces que desenmascaren estos rostros manchados por una historia de sufrimiento en nuestro continente, para buscar unirnos más y hacer a un lado las diferencias geográficas, económicas o idiomáticas. Una actitud empática ayudará a solidarizarnos unos con otros y sentirnos por fin parte de este Abya yala (Tierra en florecimiento), nombre con el que las comunidades indígenas se han puesto de acuerdo para designar a este continente.

            Aun falta mucho por investigar y trabajar acerca de nuestro hermano país caribeño. Ya se ve mayor preocupación internacional, con el magnicidio de Jovenel Moïse, y aunque es criticable el hecho de que hasta este momento el mundo pone sus ojos en Haití, esperemos que aparezcan personas interesadas en dilucidar esta realidad de invisibilidad.

            ¿Qué hay detrás de este suceso que provocó la atracción del mundo entero?, ¿La muerte de Jovenel Moïse va más allá del cansancio haitiano?, ¿qué quiere decirnos el hecho de que en la muerte del expresidente estén implicados hombres colombianos y dos estadounidenses nacidos en Haití?, ¿la preocupación de los países vecinos esconde intereses políticos o hay ya atisbos de un hartazgo respecto de las políticas fraudulentas haitianas? Estas son preguntas que pueden inspirar futuras investigaciones.

BIBLIOGRAFÍA

  • Pierre-charles, Gérard, Haití: pese a todo la utopía, CLACSO, 2020, Librería latinoamericana y caribeña de Ciencias Sociales.
  • Amnistía Internacional, La situación de los Derechos Humanos en el mundo, 2020/2021, Amnesty International 2021.
  • Feo Valero, Jordi, Haití: un difícil equilibrio entre el Derecho Internacional, los Derechos Humanos y el desarrollo, 2015, Universidad de Valencia.
  • Lioman Lima, “Haití: la peligrosa inestabilidad” del único país de América que ha tenido más de 20 gobiernos en 35 años, 7 de febrero de 2021.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-55943104

  • Ripoll-González, Dolores; Naranjo, Consuelo; Ferrer, Ada; García Gloria; Opatrý, Josef, Rumor de Haití en Cuba: temor, raza y rebeldía, 1789-1844, 2005, CSIC, España.
  • Cortina, Ada, Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia, 2017, Paidós, España.
  • Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, 1998, Editorial Taurus, España.
  • Informe del Relator Especial sobre la extrema pobreza y los Derechos Humanos (2016)

[1] Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, 1998, Editorial Taurus, España pág. 228.

[2] Ibid, Pág. 231.

[3] Ibid, Pág. 243.

[4] Ibid, Pág. 245.

[5] Ibid, Pág.248.

[6] Ibid, Pág. 252.

[7] Cortina, Ada, Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia, 2017, Paidós, España, Pág. 6.

[8] Ibid, Pág. 9.

[9] Arendt, Hannah, Los orígenes del totalitarismo, 1998, Editorial Taurus, España pág. 245.

[11] Cortina, Ada, Aporofobia, el rechazo al pobre, un desafío para la democracia, 2017, Paidós, España, Pág. 12.

[12] Ibid, Pág. 7.

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